Una joven encuentra una foto de su madre en casa de su empleador: “No puede ser casualidad”

Carolina nunca imaginó que su primer día de trabajo en Nueva York la llevaría a un descubrimiento que cambiaría su vida para siempre. Con solo una maleta llena de sueños y la esperanza de convertirse en una estrella de Broadway, llegó a la ciudad junto a su mejor amiga, Melissa. Juntas, decidieron empezar de cero, buscando trabajos que les permitieran alquilar un apartamento mientras perseguían su pasión por el teatro.
Melissa encontró rápidamente trabajo en una tienda de ropa. Carolina, por otro lado, fue contratada por una agencia de limpieza doméstica. Su primer encargo la llevó a una hermosa casa en Manhattan. Nerviosa pero decidida, entró en la casa usando la llave que había dejado debajo del felpudo, tal como le habían indicado.
“Voy a hacer un gran trabajo”, se dijo a sí misma al cruzar el umbral.
Empezó por la cocina, siguió por la sala de estar y finalmente llegó al dormitorio. Todo parecía rutinario, hasta que algo en la repisa de la chimenea llamó su atención. Una fotografía enmarcada. Cuidadosamente colocada. Mostraba a una joven con una sonrisa radiante y un gran lazo rosa.
Carolina se quedó paralizada.
Era su madre. Mucho más joven —al menos dieciocho años atrás—, pero inconfundiblemente ella.
—¿Por qué está mi madre entre las fotos de este hombre? —susurró en voz alta, confundida y conmocionada.
En ese momento, una voz cálida interrumpió sus pensamientos.
—¡Hola! Debe ser la nueva chica de la limpieza. Soy Richard Silva, el dueño de la casa —dijo un hombre con una sonrisa amable—. ¿Ya terminó?
—Casi, señor. Pero… ¿puedo hacerle una pregunta? —preguntó Carolina vacilante, temerosa de que se molestara. Señalando la foto, preguntó—: ¿Quién es esta mujer?
Lo que Richard reveló a continuación no solo resolvió el misterio de la fotografía, sino que también desveló secretos del pasado de su madre que Carolina jamás imaginó…